martes, 27 de agosto de 2013

Prosigamos

tus labios se disipan 
como los verbos en las noches de estrellas perdidas 
hijos sin sueños mueren a lo lejos 
justo en el cordón umbilical que los une a la manzana que los a parido 
maltratos que comparten el placer de los prohibido 
miedo en el corazón 
excitación que te hace mirar 
calor en los labios 
sabiduría en tus besos 
es la lividez 
es el personaje 
es la calidez de un adiós sin manos 
de una puta sin dientes 
de una mascara de látex que no puede sonrreir 
así como la divagación 
nos contamos entre mentiras verdaderas 
mandando los sucesos al rincón 
esta locura criminal compuesta por nuestras perdidas 
son la tos patológica 
es la muerte 
la religión 
la puerta de salida 
la salida mas sencilla de esta vida 
que ya deberiamos planear dejar

viernes, 8 de octubre de 2010

¿Por qué no le dieron el nobel a Borges? - Link

¿Por qué no le dieron el Nobel a Borges?


También para el pasado habrá premios.
Confiemos, lector, en que se acordarán
de vos y de mí en ese justo
repartimiento de gloria.

J. L. Borges, Inquisiciones

Advertencia


Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo puede ser el autor en lengua hispana más leído de su generación; cuando menos el reconocimiento a su valía como poeta, narrador y ensayista le alcanzó para obtener el Premio Cervantes, máximo galardón que se otorga a un escritor en lengua castellana. Pero ni sus indiscutibles méritos, ni las peticiones reiteradas y generales pudieron mover a la Academia Sueca de lo que el propio Borges llamó una tradición escandinava repetida desde 1899 –el año de su nacimiento-, es decir, el no darle el Premio Nobel.

Aunque el objetivo de este trabajo será tratar de elucidar el o los motivos de dicha omisión, debo señalar que yo, como millones de seguidores del argentino, soy un convencido de que debió haber obtenido el Premio. Pero claro, en ese sentido, esta multitudinaria opinión es como la de los veinte críticos italianos que en cierta ocasión propusieron para el Nobel a Borges. Éste al ser inquirido al respecto contestó con una sonrisa maliciosa: “le cambió a esos veinte italianos por un sueco”.

Aunque la versión más difundida es que perdió su oportunidad para ser premiado cuando aceptó una medalla del régimen dictatorial de Pinochet en Chile, como se verá más adelante, hay mucho más de fondo en esta cuestión y lo más probable es que aquélla no haya sido una causa tan definitiva. Ciertamente no se trata de un misterio, porque se han externado múltiples razones que en alguna medida son aceptables, pero no tratándose de un caso único, ha dado lugar a que se piense que el Nobel en realidad no premia a los mejores escritores sino a los caprichos de la Academia Sueca.

Así pues, para sentar un criterio sustentado tendremos que partir si no de 1899, cuando el Premio todavía no se entregaba, si desde sus inicios en 1901, con las controversias que desde sus orígenes se presentaron y que, cabe decirlo, no han obstado para mantener al Nobel como la mayor ambición de todo autor literario. Porque si la lista de grandes plumas no premiadas es importante -Tolstoi, Proust, Joyce, Ibsen, Kafka, Pessoa. Strindberg, Malraux, Carpentier, Cortazar, entre otros- y aun cuando la opacidad de muchos de los recipiendarios no es menos significativa, año con año, los jueves de cada octubre, en todas las latitudes, se espera el anuncio que mayor expectativa genera en el mundo de las letras, el del ganador del Nobel de Literatura.

Por décadas se aseguraba que ese nombre sería el de Jorge Luis Borges. Por décadas se pasaba del estupor a la diatriba, hasta 1986 cuando se pensó que la muerte del escritor, el 14 de junio de ese año, llevaría a los suecos a una entrega póstuma. El director de la Biblioteca Nacional de Argentina, Oscar Ibarra Mitre, lo solicitó expresamente. La mexicana Monique Lemaitre –autora del lúcido ensayo sobre Elvia Carrillo Puerto, la monja roja del mayab- difundió y respaldó la carta de Ibarra, solicitando una excepción que habían concedido ya, cuando menos en dos ocasiones, a sendos paisanos, a Erik Axel Karlfeld, ganador del Nobel de Literatura en 1931 y en 1961 a Dag Hammarskjöld, quien obtuvo el de la Paz, ambos después de su muerte. Pero una vez más los otorgantes se hicieron sordos al clamor y decidieron la entrega para el nigeriano Wole Solyinka.

Muerto Borges nació un reclamo perpetuo y una invitación abierta. El reclamo es para los insensibles suecos que nunca le dieron el premio que estaba en sus manos. La invitación es para aventurar el motivo fundamental de tal negativa. En este trabajo se recogerán algunas opiniones sobre el punto, la de Nobel y Borges incluida, pero también se presentarán a algunos de los premiados en esos largos años en que se supone que don Jorge Luis debió serlo en su lugar. No prometo una solución absoluta, pero ciertamente existe un eje del que puede desprenderse una respuesta.

Pero a lo mejor no, tal vez, como Borges también decía, “Me han prometido tantas veces el Nobel que el jurado de Estocolmo tiene que creer que ya me lo dio”.

Por qué no debieron dárselo

Borges dixit.

“Cien años de soledad es una gran novela, aunque creo que tiene cincuenta años de más... El hecho de que se lo hayan dado a García Márquez y no a mí revela sensatez de la Academia Sueca; mi obra no es tan importante”

“El otro día un señor me para en la calle y me dice: "Créame, para mi ha sido un golpe que usted no recibiera el Premio Nobel". "¿Por qué? -le digo yo-: ¿A usted le gusta lo que yo escribo?. "Bueno -me contesta-, yo no he leído una sola línea suya, pero hubiera querido un premio argentino". Entonces, hubiera sido lo mismo darle un premio al vigilante de la esquina..."

“Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto. Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y Franco María Ricci. Borges, inspirado, destila ingenio. Llega la última pregunta. "¿A qué atribuye que todavía no le hayan otorgado el Premio Nobel de Literatura?".
"A la sabiduría sueca".

"Los suecos son muy razonables. En el pasado se contentaban con confirmar reputaciones. Ahora quieren descubrir escritores"

"El Nobel se da por muchas razones y una importante es la distribución geográfica. Como se han dado algunos galardones a América Latina, supongo que los próximos caerán en Asia y Africa y es posible que a futuro se lo den a un escritor de Groenlandia. Recuerdo que en vísperas de la entrega del premio Nobel, estaba en Estocolmo y fueron los periodistas a verme. Me hablaron del premio. Les dije que (obtenerlo) sería un error que yo agradecería, pero que sería un error. Y que hay dos escritores (que lo merecen) que mencioné: Andre Malraux y Pablo Neruda. Les dije: ahí tienen dos candidatos. Esos sí pueden ser tomados en serio. Pero en cuanto a mí, sería agregar un error a los otros ya cometidos por la Academia. De modo que no los adulé tampoco (a Malraux y Neruda). Lo importante es la hombría de bien, ser un caballero que no sacrifica lo que piensa por un premio" Sin embargo, cuando se lo concedieron al poeta chileno declaró: "si se lo dieron a Neruda, me siento reconfortado de no haberlo recibido. Oda a la cebolla!!!(???).”

Sobre todo en su juventud Borges se caracterizó por un carácter muy poco amable. Sus frases lapidarias le generaron malos sentimientos en medio mundo.

“--¿Vasco? Yo no entiendo como alguien puede sentirse orgulloso de ser vasco... Los vascos me parecen más inservibles que los negros, y fíjese que los negros no han servido para otra cosa que para ser esclavos. Por supuesto que resultan insoportables los negros... no me desdigo de lo que tantas veces afirmé: los norteamericanos cometieron un grave error al educarlos; como esclavos eran como chicos, eran más felices y menos molestos».--Dígame: y a una guerra como la de Vietnam, ¿también la justifica?
--Naturalmente; aunque esto en Estados Unidos no podía decirlo, porque allí estaban todos contra esa guerra... son muy sentimentales.
Así es, las cárceles me parecen abominables: a ciertos hombres en vez de encerrarlos en las cárceles directamente hay que matarlos. Ni a mis enemigos les puedo desear las cárceles, pero la muerte sí. Sí, fueron palabras de Jorge Luis Borges al periodista y escritor Rodolfo Braceli, quien le hizo una serie de reportajes entre 1965 y 1996.

Con Juan Domingo Perón y su venerada Evita no tuvo mejor relación. En Norteamérica le preguntaron por el primero y se negó a contestar, con la expresión “No me interesan los millonarios” y de la segunda “Tampoco me interesan las prostitutas”. No es de asombrar que al regreso de Perón al poder en Argentina le separaran de la dirección de la Biblioteca Nacional.

Para que la cuña apriete

Con la declarada intención de “defender a Borges, pero sobre todo defender la verdad”, el albacea literario de Adolfo Bioy Casares, publica en 2006 un descomunal volumen de más de 1600 páginas que incluye la voz casi diaria de los encuentros entre los escritores que fueron amigos por más de cuarenta años, hasta que, aparentemente, la discordia entre Silvina Ocampo, esposa de Bioy, y María Kodama, amor postrero de Borges, los separó. En el texto, con una crudeza que Kodema denunció como “una felonía”, se revela a un Jorge Luis Borges gorrón de todos los días, insensible hasta el grado de orinarse los zapatos y dejar inundado el baño de visitas en la casa de Bioy o exhibiéndose sin calzoncillos en la playa, pero, sobre todo, a un asco de persona. Junto a deliciosas reseñas del continuo diálogo literario con una elevada capacidad analítica y la erudición más profunda, el libro nos presenta la sobrada presunción de un Borges autoritario, fundamentalista y autor de frecuentes manifestaciones discriminatorias contra medio mundo, empezando por sus propios coterráneos –salvo su gente cercana-, los lugares distintos de su entorno, negros, judíos, homosexuales, mujeres y, como no, nosotros los mexicanos y nuestra patria, con contadas excepciones como referencias elogiosas a López Velarde y Elena Garro, de quien, entre otras cosas, se refiere que solicitó y obtuvo su solidaridad –la de Borges y Bioy- para Díaz Ordaz, después del 2 de octubre. Solo algunos botones para muestra de las expresiones de Borges en la intimidad más sincera:

“Yo no soy antisemita, pero que, en todas partes, los pueblos más diferentes hayan perseguido a los judíos es un argumento en contra de ellos.”

“Yo soy partidario de la censura. Cuando hay censura la literatura es más viril, más sutil, más decantada. Ésta es la interpretación de la censura como estilo, como calzado que nos aprieta, nos incomoda, nos obliga a marchar derechos, a ser más correctos y más vigorosos… Ahora en este país se peca por exceso de libertad. ¿Cómo pueden los peronistas y los comunistas decir los que se les dé la gana?

“Recuerdo Libertad bajo Palabra de Octavio Paz. A continuación del título vigoroso, poemas deshilachados. Pero no agradables, no vayas a creer: en cuanto asoma la posibilidad de agrado, el poeta reacciona, no se deja ganar por blanduras, y nos asesta una vigorosa, o por lo menos incómoda, fealdad.”

“Todo el Norte es famoso por su color local, porque el pueblo es ahí genuino y siente hondamente… Pero ¿qué ha producido? Muy poco, es estéril. También México es famoso por el color local. ¿Cuál es el Martín Fierro mexicano? Sólo tienen algunos novelistas realistas, algún Manuel Gálvez”.

“Todo lo que se hace en la India es feo. Imagínate lo que serán los artistas modernos de la India. Les ganan a todos. Hay países con vocación para la fealdad: la India, México. Peor que los demonios (para ellos no serán demonios) de los aztecas, son los personajes de caricatura de los frescos de Rivera.”

Y no era ajeno de su yo y sus circunstancias. Decía en 1963: “Estudio inglés antiguo, escribo versos medidos y rimados, me gustan los filmes norteamericanos, estoy inscripto en el partido conservador: soy un viejo de mierda, estoy perdido.”

Por supuesto, para sus adversarios en la Argentina, la realidad política y personal de nuestro autor no pasó desapercibida. En 1999 su paisano Martín Lafforgue compendió en Antiborges, dieciséis textos que, según el compilador, “recorren un arco temporal de casi un siglo –el ciclo borgeano-; con puntos de vista ideológicamente y estéticamente contrapuestos”. Casi todos los autores son argentinos o uruguayos –con excepciones como la de García Terrés, que citaremos pronto- y sus participaciones van desde 1926 hasta 1996 y aunque en algunos casos –los menos- revelan una parcialidad hacia Borges, la gran mayoría lo tunden de manera terrible. Sólo algunas perlas de este muestrario:

Enrique Anderson Imbert (1926): “¿No siente Borges… que los argentinos padecemos raquitismo intelectual… que somos pobres enfermos incapaces, no digamos de crear ciencia y filosofía, pero ni siquiera de asimilar sin indigestión los difíciles libros que nos envían los editores transoceánicos?

Juan Carlos Pontatiero (1956) “Veo en Borges el problema del escritor que traiciona a su país traicionando a su oficio. Ejemplifica mejor que ninguno… ese proceso de desvinculación del intelectual con el pueblo, en el que hay que ver la decadencia de nuestra cultura”

García Terrés (1956): “Enemigo de toda trascendencia… el temible argentino le opone un desfile de pálidos fantasmas que se devoran a sí mismos; un engaño infinito de oquedades, una razón que opera sobre círculos y laberintos ficticios…”

Jorge Abelardo Ramos (1961): “Para él, la Argentina ha sido siempre Buenos Aires y la glorificación de la ciudad en su obra es una forma de desestimación del país entero… busca demostrar invariablemente las “lástimas” de la Argentina y de sus hombres… como el esteta puede detenerse en una desgracia, en una fatalidad, en una tara.”

Liborio Justo (1978): “…si Leopoldo Lugones fue el poeta del Shorthorn y del chilled beef… hoy Borges, con la decadencia de ésta y la preponderancia del imperialismo, lo es del Fondo Monetario Internacional”

Blas Matamoro (1969): “La reacción internacional lo cuenta siempre a su lado: firma manifiestos aplaudiendo la invasión yanqui a Cuba, la represión de los negros rebeldes en los Estados Unidos y el exterminio de los guerrilleros en Bolivia. Jubilado como profesor universitario en la cátedra obsequiada por la restauración libertadora, pide a la universidad intervenida por el gobierno militar. Apenas instaurada… se pronuncia contra la Reforma Universitaria”.

Otras voces.

Héctor Zagal Arreguín, académico mexicano: “Borges siempre supo estar fuera de tiempo. Sí, he escrito bien, fuera de tiempo o como dirían los futbolistas, fuera de lugar. Cuando algunos inciensan la Dialéctica de la naturaleza de Engels como comprensión cabal del universo, Borges se muestra displicente. Cuando Cortázar es un escritor poco afamado, Borges lo publica. Cuando se considera que la filosofía no tiene nada que hacer en la literatura, él se inspira en su conocimiento de los clásicos. Cuando la moda es escribir monótonas novelas donde la United Fruit Company explota a los nativos en cañaverales malolientes, Borges escribe sobre el minotauro de Creta.
Quizá precisamente por ello nunca recibió el Nobel. Porque no supo estar a tiempo, logró estar fuera de lugar. A ningún escritor con pretensiones de Nobel se le ocurre saludar en público a Pinochet. En cualquier caso un colega malicioso y no siempre objetivo gusta de repetir: "El Nobel ha padecido dos grandes devaluaciones: el día que lo recibió Gabriela Mistral y el día que Borges murió sin él".

El ensasyista Rafael Gutiérrez Girardot, ganador del premio Alfonso Reyes, entrevistado por Alfonso Carvajal: “La postura política de Borges es de liberal-conservador, porque él era muy antitotalitario, antiperonista, pero conservador en el sentido de que no creía en ciertas cosas como la democracia, pues la consideraba un abuso de la estadística; tampoco creía o le gustaba la nivelación de las clases sociales en el aspecto intelectual. Aunque en el cuento de "Pierre Menard, autor de El Quijote", decía que esperaba que todo el mundo pensara como él había pensado. Es decir, pensaba en una democracia intelectual, en la que todo el mundo fuera capaz de pensar. Eso lo saca de las corrientes políticas contemporáneas y conocidas, y lo coloca en una posición política de absoluta libertad, gracias a la cual piensa cuando quiere, como quiere, según las circunstancias. A él lo combatieron mucho por una cantidad de cosas que dijo y que no se las perdonarán, especialmente en Alemania. Afirmó que García Lorca era un andaluz profesional y que tenía fama porque lo habían fusilado. Es una verdad que no se la perdonó nadie. Y como tal, creyeron que Borges era un reaccionario. Lo de García Lorca lo publicaron en muchos periódicos. Posteriormente, la condecoración de Pinochet regó el escepticismo sobre su pensamiento democrático. El Nobel es un premio político, ya no es un premio literario. Y aunque fuera un premio político, ya es muy dogmático; porque Borges naturalmente fue antihitleriano, antifascista, partidario del eje, esto es, tenía todas las características para ser una persona aceptable para el mundo del premio Nobel: "Mi utopía sigue siendo un país, o todo el planeta, sin Estado o con un mínimo de Estado, pero entiendo no sin tristeza que esa utopía es prematura y que todavía nos faltan algunos siglos". Lo que no le perdonaron a Borges fue su libertad de expresión. Saludó la medida de la dictadura después de Perón, y eso no se lo perdonaron, pero olvidaron la antología de frases sobre el militarismo latinoamericano, sobre todo cuando dio la bienvenida a la democracia argentina en 1983: "... Renacerá en esta república esa olvidada disciplina, la lógica. No estaremos a merced de una bruma de generales... Si cada uno de nosotros obra éticamente, contribuiremos a la salvación de la patria". Eso lo callaron, porque les convenía. Había otras personas que estaban detrás del premio Nobel, como Octavio Paz, que hizo una campaña fabulosa. Tenía además en su favor a Artur Lundqvist (miembro del jurado del Nobel), que tradujo al sueco a García Lorca y a Paz. De manera que Borges no tenía ese lobby; era una persona de primera categoría, y un pensador políticamente libre no cabía en ninguna parte, tampoco en el premio Nobel.”

EL PINOCHETAZO

Orlando Letelier era Ministro de Relaciones Exteriores y Defensa de Chile en el momento en que las fuerzas pinochetistas entraron a la Moneda a derrocar y asesinar –o provocar su suicidio- a Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. Letelier fue detenido pero de algún modo logró salir al exilio, llegando a los Estados Unidos, donde ingresó al Instituto de Estudios Políticos, en Washington. Activista respetado y de gran influencia, sus constantes críticas al gobierno criminal que gobernaba su país, le valieron, primero, que Santiago decidiera retirarle la nacionalidad y, poco después, el 21 de septiembre de 1976, que mientras transitaba en un Chevelle azul cerca de la rotonda Sheridan en la capital estadounidense, un operativo de la macabra Dirección de Inteligencia chilena, según comprobó el FBI americano, al paso de su automóvil hiciera estallar una bomba que lo privó salvajemente de la vida, junto a una acompañante.
La noticia provocó una conmoción universal, los periódicos mostraban las siniestras imágenes de los hierros retorcidos entre los que la policía escudriñaba los restos del político fallecido. Y, en la misma edición, podía verse a Jorge Luis Borges convertirse en doctor Honoris Causa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile.

En su crónica, Carlos Maldonado destaca el siguiente párrafo del discurso de aceptación:. "Hay un hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a todo el mundo. En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita, Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad. Creo que mereceremos salir de la ciénaga en que estuvimos. Ya estamos saliendo, por obra de las espadas, precisamente. Y aquí ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada"

Al día siguiente, Borges se entrevista amistosamente con el dictador y ya en el aeropuerto, rumbo a Buenos Aires, declara: “Yo soy una persona muy tímida, pero él se encargó de que mi timidez desapareciera, y todo resultó muy fácil. Es una excelente persona, su cordialidad, su bondad... Estoy muy satisfecho... El hecho de que aquí, también en mi patria, y en Uruguay, se esté salvando la libertad y el orden, sobre todo en un continente anarquizado, en un continente socavado por el comunismo.”

María Kodama ha declarado que éste recibió, días antes de la visita a Chile, una llamada donde le informaban que ya era un hecho su designación como ganador del Nobel de ese año, sugiriéndole que desistiera de su viaje. Según Kodama, para Borges eso significó una especie de chantaje que decidió no aceptar, por lo que no sólo fue a Santiago sino que calculó en sus palabras –tómese en cuenta la alusión a la “furtiva dinamita”- el efecto más impactante para dejar en claro su posición política.

Y, con ello, estiman muchos, perdió para siempre el Nobel. El influyente Arthur Lundkvist, académico sueco ya citado, declaró que Borges no obtendría nunca el Nobel de Literatura por su posición política.

¿Nobel a los 77?

Las estadísticas no favorecen la tesis de que Borges haya perdido el Nobel por su presencia en Chile en 1976. Para entonces contaba con la ya provecta edad de 77 años, es decir, que antes de ese desliz la Academia había tenido tiempo de sobra para elegirlo, si hubiera sido su intención.
Hasta 1976 el Premio se había concedido en 74 ocasiones, ya que aunque tres años no tuvo un ganador, en 4 ocasiones se otorgó en forma mancomunada. El promedio de edad de esos recipiendarios fue de 62 años y, entre ellos, sólo 7 tenían 77 o más, los alemanes Theodor Mommsen y Paul von Heyse, de 85 y 80 años respectivamente, el francés André Gide, el británico Bertrand Rusell y el israelí Samuel Agnon, todos de 78, el también inglés Winston Churchill y el italiano Eugenio Montale, ambos de 79. Fueron más los menores del medio siglo los reconocidos con el Nobel en esos primeros 75 años de su existencia. El más joven, otro inglés, Rudyard Kipling, de apenas 42, que desde 1907 es el más joven de los premiados. Otros cuarentones en esta lista fueron el belga Maurice Matterlinck, los franceses Romain Rolland y Albert Camus, la noruega Sigrid Undset y los norteamericanos Sinclair Lewis, Eugene O’Neill y Pearl S. Buck que, por cierto, dieron a Estados Unidos tres Nobeles de Literatura en un periodo de apenas ocho años.

Borges empezó a publicar desde 1923 y su amistad con intelectuales en todo el mundo lo hacía sumamente visible en el escenario de los literatos universales. De ahí que en 1961 alcanza junto con Samuel Becket el Primer Premio Internacional de Literatura “Formentor” y sólo en los sesenta, es condecorado como Caballero de la Orden de Honor inglesa, se le nombra Comendatore en Italia, recibe la Orden del Sol del Gobierno de Perú y obtiene la Medalla de Oro del IX Premio de Poesía de Florencia. En 1970 se le reconoce con el Premio Literario Interamericano de Brasil; en 1971 se le otorga el Premio Jerusalén y es nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Oxford. México le concede el Alfonso Reyes en 1973, sólo por citar algunas de las múltiples distinciones que hacían del argentino una opción casi inevitable en la selección de los nominados al Nobel año con año, mucho antes del asunto chileno.

Podría pensarse que los suecos no lo atendieron por estar dispensando su premio a figuras insuperables del medio literario, así que revisemos nada más la lista de los ganadores de los 15 años anteriores al famoso 76, a saber, el yugoslavo Ivo Andric, el americano John Steinbeck, el griego Georgos Seferis, el francés Jean Paul Sartre, el ruso Mijail Sholojov, el ya mencionado Agnon, la alemana Nelly Sachs, el guatemalteco Miguel Angel Asturias, el japonés Yasunari Kawabata, el irlandés Beckett, otro ruso, Alexander Solzhenitsin, el chileno Neruda, Henrich Boll de Alemania, Patrick White de Australia, los suecos Eyvind Johnson y Harry Martinson que compartieron el Nobel del 74, y Montale. En 1976, el año trágico, el premio se entregó al americano Saul Bellow.

Parece poco probable que entre esa relación tan dispareja en celebridad literaria, no hubiera podido incluirse a un personaje tan laureado como Jorge Luis Borges. Y mucho menos sustentable es que la animadversión escandinava se hubiere generado a partir de Chile. Podría, eso sí, pensarse que fue ahí de donde se confirmó y tomo ya un rumbo indeclinable para la poca fortuna del argentino. Pero antes de llegar a ese punto, reflexionemos sobre lo que es en sí el Premio Nobel, en el campo de la Literatura, las causas por las que se concede y los méritos más reconocibles de algunos de los que lo han obtenido. Luego volveremos a ocuparnos del caso Borges.

Los motivos del Nobel

El sueco Alfred Nobel, al morir en 1895, dejó 355 inventos patentados en muy variados campos de la ciencia. Entre los más destacados está el faro moderno y, por supuesto, la dinamita. Se dice que cuando se dio cuenta de los terribles efectos de este último invento, creyó que había encontrado la clave de la paz, porque nadie se atrevería a usarlo. En realidad, durante su vida la dinamita no tuvo un empleo bélico, por lo que parece que no es muy real la versión de que quiso con su testamento purgar la culpa de haber creado uno de los instrumentos más mortales en la historia de la humanidad.
Lo cierto es que este científico filántropo decidió donar testamentariamente toda su fortuna para la creación de un fondo en fideicomiso, con cuyos dividendos se otorgaran premios anuales en cinco categorías: Física, Química, Medicina, Literatura y la Paz. La de Economía se incorporó en 1968, con el patrocinio del Banco Nacional de Suecia, para conmemorar su 300º aniversario.
La Fundación Nobel tardó tres años en crearse por disputas entre los herederos y los primeros premios se entregaron en el aniversario de su muerte, el 10 de diciembre de 1901.
Para conocer sin interpretaciones la última voluntad de Nobel respecto de cada premio, se transcribe la parte de su testamento donde instituye el fondo:"La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquéllos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad. Dichos intereses se dividirán en cinco partes iguales, que serán repartidas de la siguiente manera: una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o el invento más importante dentro del campo de la Física; una parte a la persona que haya realizado el descubrimiento o mejora más importante dentro de la Química; una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento más importante dentro del campo de la Fisiología y la Medicina; una parte a la persona que haya producido la obra más sobresaliente de tendencia idealista dentro del campo de la Literatura, y una parte a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”

Entonces, el criterio para otorgar el Nobel de Literatura, a diferencia de los otros premios, no radica en la excelencia del autor, o no solamente en su excelencia, sino que además exige que la obra a reconocer sea “la más sobresaliente de tendencia idealista”. ¿Podría entenderse que la obra de Borges, para los académicos suecos, no haya sobresalido en ese rubro? ¿Justificaría eso las polémicas que se han dado sobre otros autores también omitidos? Hablaremos de esas polémicas, leeremos algunas opiniones al respecto y luego trataremos de dar respuestas coherentes a estas interrogantes.

Escándalos varios
Tomás Eloy Martínez, en “Un mal que dura cien años”, artículo publicado en el rotativo argentino La Nación, con motivo del centenario del Nobel, recuerda que la polémica empezó con el Premio, cuando, para sorpresa general, los académicos se lo otorgaron a un casi desconocido francés, René Sully Prudhomme, obviando a Tolstoi, el más famoso y reconocido literato de su época. El mismo Tolstoi creía que iba a ser premiado y anunció el donativo de los recursos financieros a una secta cristiana, que también resultó perdedora en consecuencia. Relata el autor de “Santa Evita” que, después del desaguisado, cuarenta y dos de los más importantes escritores suecos enviaron una disculpa pública a Tolstoi por el supuesto error de la Academia, pero, en los nueve años que todavía siguió vivo el ruso, de todos modos nunca fue considerado para el galardón. En rescate de la memoria de Sully Prudhomme habría que decir que, en su momento, el propio Tolstoi lo reconoció como uno de los mejores autores franceses vivos.
En 2001, también por el centenario del premio, se reeditó una obra de Kjell Espmark, miembro de la Academia de Sueca de Letras desde 1981, titulado “El Premio de Literatura. Cien años de la comisión Nobel”. Con información directa de lo que sucede al interior del sínodo que resuelve su otorgamiento, Espmark refuerza la posición de que, sobre todo en sus inicios, trató de respetarse al pie de la letra la intención declarada de Alfred Nobel, para conceder el Premio a un escritor “de tendencia idealista”, más que a una gloria literaria, de tal modo que los aspirantes, según el académico, debían ser “sanos de espíritu, en lo posible buenos cristianos, idealistas, y para nada críticos con los sistemas imperantes”. Con estos criterios tan restringidos, citando al primer secretario de la Academia, Carl David af Wirsén, se rechazó a. Zola por ser “demasiado cínico”, a Tolstoi por meterse “más de lo debido con temas sociales", a los nórdicos Ibsen y Strindberg, “demasiado pesimistas”.
Si le creemos a Espmark, a la muerte de Wirsén se relajaron estos criterios, para considerar un poco más la “popularidad de los premiados”, sin dejar de permitirse algunos deslices como el único Nóbel póstumo literario otorgado a Karlfeld, un poeta modesto pero integrante de la propia Académica de Letras desde 1907 y su secretario permanente por casi 20 años. A favor de Karlfeld se dice que en vida rechazó continuamente el homenaje.
Entre las contradicciones que la obra resalta están la concesión del premio al noruego Knut Hamrun, en 1920, quien sería luego confeso colaboracionista nazi, circunstancia por la cual se marginó en su momento a Ezra Pound. Los no muy coherentes académicos obviaron a Conrad por su simplicidad, pero rechazaron a Joyce por ser excesivamente complicado. El propio libro comentado no halla explicación para el lauro otorgado a Churchill, con muy escasos méritos como autor literario, más allá de sus libros históricos que si bien son masivos -“La Segunda Guerra Mundial” tiene más de un millón de palabras- fueron por lo general autopromocionales y pro-bélicos, lejos de la tendencia idealista subrayada por Nobel.

Pero para el objeto de este trabajo lo más interesante es lo que se comenta sobre Arthur Lundkvist, nombre clave en la designación de premiados en nuestro idioma. Sobre el carácter, juicio crítico e influencia de Lundkvist, recuerda el libro que no tuvo empacho en desacreditar públicamente a sus compañeros por la elección del británico William Golding ("a quien ni siquiera se puede considerar escritor" apostilló) en detrimento de su candidato, el francés Claude Simon, uno de los padres del nouveau roman, el movimiento renovador de la prosa que elimina la historia formal a favor de la riqueza del lenguaje o la introspección. Simon, excombatiente en la guerra civil española, sólo tardaría un año más en obtener el Nobel. En 1989, otro escándalo. El premio se otorga al franquista Camilo José Cela, candidato del académico Knut Ahnlund. Ante eso, Lundkvist (muy enfermo por entonces) reaccionó con violencia contra su compañero por haber impuesto al español "por intereses personales", relegando a "su" candidato, Octavio Paz. Luego Ahnlund respondió que dada la senilidad de Lundkvist, no podía tener voz ni voto en las decisiones de la Academia. Lundkvist sabía de que hablaba, junto con el anuncio del Nobel para el frívolo e insustancial Cela, apareció la versión sueca de Mazurca para dos Muertos traducida ni más ni menos que por Ahnlund. Al año siguiente el Nobel recayó -inesperadamente- sobre Octavio Paz. “Fue la última travesura de Lundkvist”, señala Espmark.

Los premiados

De vuelta a las estadísticas, podemos encontrar algunos patrones interesantes en el otorgamiento del Nobel literario. Para mayor claridad, se presenta un cuadro de los premiados, por su lugar de origen:


FRANCIA 13
ESTADOS UNIDOS 10
ALEMANIA 10
INGLATERRA 9
SUECIA 7
ITALIA 6
ESPAÑA 5
IRLANDA 4
POLONIA 4
URSS 4
DINAMARCA 3
NORUEGA 3
CHILE 2
GRECIA 2
JAPON 2
SUDAFRICA 2
Los
PAISES CON UN PREMIADO: AUSTRALIA, AUSTRIA, BELGICA, CHECOSLOVAQUIA, CHINA, COLOMBIA, EGIPTO, FINLANDIA, GUATEMALA, HUNGRIA, INDIA, ISLANDIA, ISRAEL, MEXICO, NIGERIA, PORTUGAL, SANTA LUCÍA, SUIZA, TURQUÍA Y YUGOSLAVIA.

La lista nos permite darnos cuenta de que el Premio Nobel:

a) es prepoderantemente para europeos. Los siete distinguidos europeos –doce de los últimos quince- que llevan, en fila, obteniéndolo, dan prueba de ello. Tres de cada cuatro de los países de origen de los escritores laureados son del llamado Viejo Continente. Y para el afán que los académicos suecos ha tenido en hacer patente esta norma no ha sido precisamente el chauvinismo un impedimento. A pesar de ser un país de menos de de 9 millones de habitantes y de que su idioma sólo es hablado en el país, la literatura sueca ha recibido 7 premios, cuatro de ellos otorgados a los propios académicos, aunque uno de ellos tuvo la moderación de rechazarlo en vida. Para la crítica, solo la enorme Selma Lagerlof, pionera de la lucha por los derechos de la mujer y primera autora en ser premiada, literariamente justificó la distinción.
Más pequeños y menos trascendentes por su idioma, los otros cuatro países nórdicos –Dinamarca, Noruega, Islandia y Finlandia, se han llevado otros ocho Nobeles de Letras, dándose el lujo los jueces de dejar fuera al noruego Ibsen, probablemente el mejor y más significativo autor teatral desde Moliere, en quien se inspiraron evidentemente los nobeles George Bernard Shaw, John Galsworthy, Gerhart Hauptmann y Eugene O’Neill. Otro excluido, August Strindberg reconocía que debía mucho a su magisterio y un premiado más, Luigi Pirandello, le colocaba inmediatamente después de Shakespeare.
Vecinos de los suecos y de una conocida influencia en la literatura escandinava, los alemanes han ganado –con la de este año, Herta Muller- 10 veces el reconocimiento, incluyendo el que se llevó Nelly Sachs después de vivir casi 30 años en Suecia. Pero nombres como Rudolf Eucken, más filósofo que escritor o el del muy limitado dramaturgo Hauptmann, no justifican su presencia al nivel de un Herman Hesse o del galardonado en 1999, Gunter Grass, y mucho menos cuando un auténticamente idealista y revolucionario como Bertolt Brecht fue omitido.
Como se demostró desde el principio, la literatura que más impresiona a la Academia Sueca es la francesa. Y es cierto que los franceses han marcado hitos en cuanto a la visión, objetivos, formas y planteamientos del quehacer literario, pero 12 premios, habiendo dejado fuera a Proust, Breton, Reverdy, Eluard y Maulraux, entre otros, no parecen hablar de justicia aún en el caso de los galos. Por el contrario, se dice que cuando designaron al favorito de Lundkvist, Claude Simón, era tan desconocido en Francia que los periodistas tuvieron que averiguar sus datos en Estados Unidos.
El mundo nórdico, Alemania, en mucho parte de él y Francia, entonces, han obtenido la tercera parte de los premios en cuestión. Oceanía, un continente, a través de Australia, sólo ha merecido uno, los mil millones de chinos otro, toda la literatura asiática 5 y la auténticamente africana 1, porque a pesar de sus referencias locales, los sudafricanos Gordimer y Coetzee, -el nobel de ninguna parte, según Armando Tejeda– son más europeos que africanos. Más africana que ellos parecería Doris Lessing, pero en su ficha personal aparece como inglesa.

b) tiene un oído al que el idioma inglés le es grato. 28 de los autores que han alcanzado el galardón escribieron –o escriben- en esa lengua, es decir, uno de cada 4 premiados. La estadística se hace más impresionante cuando advertimos que de los primeros 20 designados sólo uno era angloparlante, el genial Rudyard Kipling. En cambio, 8 de los últimos 20 usan el verbo de Shakespeare en sus obras.
Si los 10 nobeles para Estados Unidos y los 9 de los ingleses -2 entre los 5 más recientes-, parecen una exageración, qué decir de los 4 otorgados a la pequeñísima Irlanda. Claro que en la perspectiva histórica es difícil no respaldar los premios de Yeats, Bernard Shaw y Becket y aún del respetadísimo poeta Heaney, galardonado en 1995. Y todavía hay quienes piensan –yo, entre ellos- que se lo debieron a Joyce. Ni hablar, los irlandeses son mucha pieza.
Pero todavía los críticos se preguntan como justificar el Nobel de V. S. Naipaul que si bien es muy alabado en la prensa norteamericana, según Tomás Eloy Martínez, en el artículo antes mencionado, está obsesionado por describir a América Latina “como una jungla de machos alevosos que maltratan a las mujeres y afirman su identidad por lo que fingen ser, no por lo que son… Ignorar a Tolstoi o a Borges, beatificar a Naipaul, son signos del errático humor de la Academia Sueca.”, remata Martínez.
Más discutible es la distinción para Tony Morrison, una autora de best sellers con apenas seis obras publicadas, cuando recibió el premio en 1993, aunque, eso sí, es una mujer –la primera Nobel de su género de raza negra- combatiente a favor de los derechos humanos y, en particular, en contra de la discriminación.
Lo que resulta claro es que los académicos suecos conocen bien el idioma del dólar y han valorado, mayormente en justicia, no sólo la calidad literaria sino también el valer personal de aquellos a los que ha otorgado su reconocimiento

c) aprecia más en los escritores latinoamericanos sus méritos diplomáticos que su trascendencia literaria. Y esto se puede decir fundadamente. De la primera premiada –la única mujer en lengua castellana, por cierto- Gabriela Mistral, hay literariamente muy poco que decir. Cuenta la leyenda que escribía sus poemitas con un diccionario en la mano. Cierto o no, ni sus críticos más favorables la reconocen como un astro fulgurante en el mundo de las letras. Ella misma comentaba con sorna que había recibido el Nobel antes de obtener el Premio Nacional de Literatura chileno. En realidad, la mitad de su vida la pasó fuera de su país, en parte por su labor como educadora en México, bajo la protección de Vasconcelos y luego como diplomática. Fue más su labor en ambos campos la que le deparó el sorprendente regalo del Nobel.
Algo parecido sucedió con el segundo Nobel latinoamericano otorgado en 1967 al entonces embajador guatemalteco en Francia, Miguel Angel Asturias, cuya obra más memorable, El Señor Presidente, en la temática inaugurada por Valle-Inclán sobre los dictadores de nuestro entorno, queda lejos, muy lejos, de la prosa arrebatadora y excelsa de Carpentier o de la profundidad y el perfeccionismo de Rulfo, por citar sólo a dos de sus contemporáneos a los que el Nobel siempre ignoró.
Pablo Neruda fue el tercer diplomático iberoamericano laureado por la academia sueca, otra vez para un embajador en Paris, ahora de Chile. Su candidatura al premio fue presentada desde 1951 por Lundkvist, su traductor al sueco, quien inclusive declaró que había aceptado su puesto en la Academia para conseguir el premio para Neruda. En este caso es casi unánime el reconocimiento a su calidad de poeta fundamental de nuestras letras, pero en su momento se le negó el reconocimiento por su declarado estalinismo y el rumor de que había colaborado, como embajador de su país en México, en el atentado que acabó con la vida de León Trotski. Fue un secreto a voces que para que su candidatura tuviera éxito se requirió la intervención directa del propio Olof Palme, por la intervención del mismo Salvador Allende.
En contraste, el cuarto Nobel del subcontinente, el colombiano Gabriel García Márquez, es un indiscutible, auténtico monstruo de la narrativa contemporánea, creador de una identidad literaria propia a través del universalmente reconocido “realismo mágico”. La monumentalidad de su obra, aunada a su conocido activismo por los derechos civiles no pudo ser obviada por la Academia sueca que le otorgó el Nobel en 1982 aún sin pertenecer al cuerpo consular de su país.
El caso de Octavio Paz fue también peculiar, más allá de su genio poético, porque si bien perteneció muchos años a la diplomacia mexicana, alcanzó una gran notoriedad su separación de la misma, en protesta por la matanza de Tlatelolco. Se dice que Lundkvist admiraba su erudición y talento y fue su traductor al sueco e impulsor principal al premio que consiguió otorgarle apenas unos meses antes de la muerte del académico sueco en 1990.
Y eso ha sido todo, hasta el momento, para Latinoamérica. Los grandes nombres del boom –salvo el Gabo- han sido ignorados, lo mismo que lo fueron los constructores de una de las expresiones literarias más ricas en cualquier idioma, llámense Rubén Darío, Lugones o Alfonso Reyes, con las excepciones citadas. Sería injusto seguir citando omitidos, porque no cabrían en este espacio, pero es evidente que si en la contienda por el Nobel se hubiera tomado en cuenta los méritos artísticos, otra sería la historia.


En resumen

Borges nunca tuvo la oportunidad de ganar el Nobel. ¿Por qué?

-Porque el Nobel no es un premio preponderantemente a la calidad literaria. Basta recordar la interminable lista de autores omitidos y compararla con los premiados para darse cuenta de la distancia entre Tolstoi y Sully-Phrudomme, entre Borges y Gabriela Mistral. Los académicos suecos, hay que decirlo, basándose en el criterio establecido por el propio Alfred Nobel, las más de las veces han mirado el pensamiento idealista reflejado en la obra o la vida de los designados que en su capacidad para hacer arte con la expresión literaria. Y podrá alegarse que Kipling fue un imperialista que utilizó su brillante pluma para justificar la barbarie de la colonización o que Bergson defendió el irracionalismo y negó la teoría de la evolución o que Singrid Undset, -en contra de su propio género- cuestionó la igualdad entre el hombre y la mujer o que Cela fue un espía franquista acusado de plagio o que Hamrun, germanófilo declarado, en plena ocupación alemana a Noruega, su país, le regaló a Goebbels su medalla de Nobel. Es decir que los criterios de la Academia Sueca tampoco han sido parejos, ni han pretendido serlo, como vimos con las estadísticas.
Pero dígase lo que se diga, Borges fue un hombre que no se destacó por defender ideales universales y que, en el ejercicio de su libertad de expresión o por querer ser original, se presentó ante el mundo como un intelectual absorto en su mundo, protector de mitos decadentes y, sólo de manera tardía, condescendiente con la realidad externa. Puede que esa última etapa en que dio por hacer apología de la democracia y mostrarse más humano y accesible, le hubieran podido generar la buena voluntad del Nobel, pero también tuvo la mala fortuna de morir antes que Arthur Lundkvist. ¿Por qué decir que fue una mala fortuna?

-Porque Lundkvist fue su bestia negra. Hombre virulento y de exagerada influencia entre sus compatriotas, sobre todo el ya citado Olof Palme que lo citaba como el autor que de mayor manera conformó su manera de ver el mundo y la realidad. El académico, galardonado con el Lenin de la Paz, se calificaba como un socialista utópico y su presencia en la Guerra Civil Española lo llevó a aprender el español e interesarse en el fenómeno hispanoamericano y en la literatura de nuestra región. Fue, como se dijo antes, amigo y traductor de Neruda, por quien sintió una admiración sin límites, al compartir su visión poética y social. Desde su primer viaje a Sudamérica conoció a Borges y lo trató ampliamente, declarando sobre el argentino: "Borges se ha convertido en un mito, sobre todo en Europa y pienso que su trabajo no está a la altura de un Nobel".
Aunque sus candidatos al premio eran frecuentemente rechazados por sus compañeros de Academia ningún autor latinoamericano hubiera podido ser premiado sin su anuencia, ninguno lo fue sin su apoyo, mientras él estuvo entre los jueces, ninguno lo ha ganado tras su muerte. Después del reconocimiento de la dictadura chilena, como antes se dijo, el negarle el premio a Borges se convirtió en un compromiso de Ludkvist. El sueco enfermó gravemente desde los setenta pero resistió con vida hasta 1990. Seguramente se sintió aliviado en 1986 cuando con la muerte de Borges su misión quedó cumplida. Pero como en todas las historias de Borges, esta no queda acabada con su fin. ¿Por qué?

-Porque cada año, cuando el Nobel se otorga, la polémica se reinicia. Nuevamente se reaviva la discusión sobre el valor que tiene el premio después de haber renunciado a legitimarse con la entrega a tantos autores principales omitidos. Y en esta discusión no se plantea la última voluntad del inventor de la dinamita, ni la valía espiritual de la obra de los premiados ni su trascendencia en la creación de un mundo moralmente mejor, si se me permite la aliteración. Lo que los interesados en su mayoría se plantean es que el Nobel le falló, le sigue fallando, a sus favoritos y, dentro de éstos, surge inevitablemente, una y otra vez, Jorge Luis Borges. Tal vez éste, argentinamente, contestaría que es cierto, que él debió estar en la lista que nunca lo recibió. O quizás, borgeanamente, respondería que todas las obras son posibles si el mundo cree en su realidad y que al final de cuentas la relación indisoluble entre los nombres de Nobel y Borges llevará algún día a que se confundan y un jueves de un octubre, naturalmente futuro, un autor llamado Alfred Nobel, al que todos conocerán por cuentos como el Aleph o El jardín de los senderos que se bifurcan o poemas sobre Buenos Aires o algún abuelo que ganara una batalla, recibirá por fin el tan ansiado premio Borges de Literatura.

Extraido de Blog:
http://mundo-sergiosal.blogspot.com/2010/03/por-que-no-le-dieron-el-nobel-borges.html

¿Por qué no le dieron el nobel a Borges?

Camaradas, artículo para la reflexión; ubicado en la red pero supone una disertación interesante aunado al hecho de que aporta datos no demasiado conocidos, espero podamos comentarlo en una futura tertulia (¿hoy, a eso de las 7:00?). Jaja, saludos!

martes, 14 de septiembre de 2010

Al Principio se Hizo la Luz

a estas horas nadie va ni viene
todo esta quieto sin decir sin plantear
solo con burlón mirar de las estrellas
en esta indiferente penumbra me diluyo
aun creo en tus ojos y la lánguida figura de tu rostro
pero no quiero mas
solo espero el juicio que no tarda en llegar
solo espero los pasos de los carceleros de esta vanidad

la vida es una cárcel con las puertas abiertas
decía el calamar en la radio alarmante

controlare los decesos de mis amores inconclusos
dirigiré mis cuentas a la resta interminable
continuare con el balance hecho
para así entender mi banca rota
solo hubo egresos nada de ingresos
solo hubo decesos y ningún progreso
la frialdad de estos estados de cuentas
son atribuidos a mi mejor cliente
"el corazón"
ese que no sabe como ni porque